jueves, 15 de septiembre de 2011

Le fabuleux destin

Dos semanas y me siento totalmente asentada. La profesora de “Cross cultural management” habla sobre los choques entre culturas y las sensaciones desagradables que nos podemos encontrar al llegar a un nuevo país, pero yo todavía no me he cruzado con ninguna.

Las clases empezaron el Viernes. Un poquito de alemán para refrescar la memoria del curso anterior. No me defiendo mal, aunque siempre intercambio los verbos de lugar y mi diccionario me acompaña a todas partes. Por las demás son todas en inglés y son muy prácticas. En cada clase hay que exponer y eso hace que luego recuerdes mejor la teoría.

Sigo sola en el piso, mis dos compañeras portuguesas no han dado señales de vida y no creo que lo hagan tampoco en los próximos quince días, con lo cual estoy a gusto aunque un poco sola. Aunque lo de sola es relativo, aquí te pasas el día rodeada de gente de todos los lugares del mundo.

Fiesta por todos lados y bebidas con precio de ganga en los bares para Erasmus, que oscilan entre los 0,50 euros si llegas durante la primera hora y 1,90 en las horas siguientes. Mil puestos de comida rápida por todas partes (a los cuales ya les tengo manía porque en los momentos de hambre absoluta te atraen como imanes). ¿He dicho comida? Comida… Creo que esa es de las peores cosas del Erasmus. Me siento perdida cuando hago la compra y todo me parece repetitivo. Y cuando llegas a casa no sabes que hacer o tienes los horarios descolocados, pero supongo que solo es porque es el principio.

Las sensaciones se multiplican cada día. Esto y lo otro y mil cosas más. Pero me siento realmente feliz.

No he vuelto a hacer más turismo desde la primera semana, pero tengo tiempo suficiente para recorrer las calles de esta increíble ciudad. Y qué mejor comienzo de fin de semana que PRAGA: ¡Allá vamos!

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