sábado, 3 de septiembre de 2011

La bola de cristal



Tengo los ojos llorosos… un, dos, tres (respiración profunda), un, dos, tres (respiración profunda). Al final estallo.

Ahora sí que sí no hay vuelta atrás. Comienza la aventura. Mi madre se marcha con eso que los americanos llaman “síndrome del nido vacío”…

Viena es mucha Viena: muchas iglesias, muchos castillos, muchos museos, muchos tranvías, muchas calles anchas y pocas calles estrechas como las del centro de Madrid. Que nombre Madrid no significa que lo eche de menos (a estas alturas todavía no está permitido echar de menos).

Amanece temprano y anochece temprano. Y aquí sí que funciona eso del refrán (a quién madruga…) porque todo abre pronto, muy pronto diría yo. Así que a las 7 a.m entra un sol espléndido por la ventana. Tampoco hay persianas, solo un estor plateado asique el querido Lorenzo me ayuda con el madrugón. La habitación es amplia, sencilla y moderna y huele a croissant recién hecho. La cocina es naranja y tiene lo esencial. He escogido una balda para mis víveres que por ahora consisten en pan bimbo, pasta, cereales, alguna galleta y caprichos… Billa (el “super”) me espera con sus puertas abiertas para hacer la compra del mes.

Camino unos cuantos metros para llegar al tranvía 49. Es rojo y blanco y tiene forma redonda. La forma y el material de los asientos le dan un encanto especial. Las paradas son fáciles y es difícil equivocarse. Cinco minutos después me hallo en pleno centro de Viena. Volkstheater para ser más exactos. A la derecha el Quartier Museum y de frente y a la izquierda el Parlamento, el Ayuntamiento y un sinfín de edificios y palacios importantes. Todo es arquitectura y riqueza arquitectónica. Es una ciudad joven y elegante.

No me gusta que el café sea tan caro. Hay rincones increíbles para sentarse y disfrutar de una taza de café acompañada (curiosa y ciertamente en todos lados) por un vaso de agua fresca. Pero ese momento del día que tanto me gustaba tendrá que pasar a un segundo plano… ¡Qué decir de los restaurantes! Todavía no he encontrado ningún menú del día que incluya la bebida y el postre. Ni creo que lo encuentre por ahora.

Los Austriacos… hay de todo. Pero es gente fría por lo general. Hablan inglés sin problema pero yo hago todo lo posible por hablar alemán en las tiendas y en la calle. Mi diccionario de bolsillo y mi cuaderno me acompañan a todas partes.

Viena me espera para mostrarme todo su encanto.

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